Pity Álvarez: cómo son sus días preso en Ezeiza.
Todas las semanas, en el pabellón psiquiátrico que la cárcel de Ezeiza tiene en el sector del Programa Integral de Salud Mental Argentino (PRISMA), mientras espera que la justicia civil determine el tratamiento y el lugar para continuar la internación –fuera de la órbita del Servicio Penitenciario Federal–, Cristian Pity Álvarez recibe la visita de su madre, Cristina Congiú, y se comunica por teléfono con su hija Blondie, de 9 años.
“El contacto es permanente”, dice María Giovannone, expareja de Pity y madre de Blondie, desde Capilla del Monte, Córdoba, ciudad que eligió para mudarse el año pasado en busca de un poco de tranquilidad para su hija. “Ellos hablan de su vida personal, de lo que hicieron en la semana o en el día, de lo que comieron, de las películas que vieron y de si hicieron amigos nuevos, entre otras cosas. Siempre, antes de cortar, Blondie le dice que no se olvide de llamarla, que lo quiere, que se cuide y que pronto se verán en un lugar mejor”.
El 28 de junio, Pity cumplió 49 años. Un tanto mejor de ánimo que en los primeros meses de encierro, recibió en el comedor del penal la visita del padre César Scicchitano, conocido públicamente como el “cura rockero”, que no lo veía desde hacía casi dos meses debido a una serie de casos de Covid-19 detectados entre los internos del penal. Su amigo y acompañante espiritual le llevó de regalo una remera estampada con la imagen de Jimi Hendrix y, entre otras cosas, conversaron un rato acerca de la reciente muerte de otro músico, Willy Crook, por la que Álvarez se mostró muy apenado. “Cada vez que lo veo es una celebración y me dice que es una alegría, o que quiere que vuelva”, dice César. “Pero no puedo decir nada sobre su estado de ánimo o de salud, porque él no quiere que hable de su vida. Lo que puedo contar es que siempre agradece de forma muy educada cada una de las cartas que le envían los fans o los saludos de algunos colegas (Fito Páez, Juanse, Jorge Rossi y Andrés Calamaro, que en 2019 le dedicó un concierto en Madrid, siempre están atentos a la salud de Pity). Debo ser discreto, pero siempre hemos tenido charlas muy profundas sobre temas espirituales y metafísicos. A veces hablamos de Tesla o de cómo se van creando los virus. Estar con él nunca es un aburrimiento”.Apenas ingresó al pabellón psiquiátrico del penal de Ezeiza, un ejército de doce profesionales (médicos, psicólogos, psiquiatras y enfermeras) comenzó a monitorear de cerca el accionar de Pity. Durante las primeras horas de encierro, lo sometieron a todo tipo de estudios. “Al principio fue durísimo para él, pero con el tiempo se empezó a acostumbrar. Hizo algunas amistades con otros presos, comenzó a ver películas, estaba escribiendo y leyendo. Todos pensamos que se moría de la abstinencia: verlo dormido transpirando como en las películas…”, dice una fuente muy cercana al músico que prefiere que su nombre no sea publicado. “Después se puso gordito, estabilizado. Pero al principio hasta en el juzgado pensaron que se podía morir”.
Además de Blondie, el padre César, Cristina y Patricia –una amiga de la madre que suele acompañarla al penal–, el pequeño grupo autorizado que desde los primeros días y de forma constante visitaba a Pity hasta las restricciones impuestas en 2020 por el Covid-19 se completaba con su ex pareja, María Giovannone.
“Por consejo de la psicóloga de Blondie, desde que Cristian entró a Ezeiza, la llevé todas las semanas a visitarlo y hasta en algunas oportunidades dos veces a la semana”, explica María. “Los lazos con su papá tenían que ser cada vez mejores por el bien de los dos, ya que su relación de padre e hija comenzó en el penal, visita tras visita”.
El padre César dice que cuando Pity ingresó al penal, en Ezeiza “todos pensaban que llegaba un bardo”, pero se encontraron con una persona muy educada que le escapaba a cualquier conflicto. “Cristian es muy compañero de los que están ahí, siempre se sintió uno más”, dice César. “Es un muchacho con un mundo interior muy grande y eso es lo que saca a relucir en su vida, por eso tiene ese vuelo tan característico”.
A lo largo de estos tres años que lleva en el penal de Ezeiza, Pity no ha tenido prácticamente contacto con la música. Los primeros meses tuvo a su disposición una guitarra, pero al tratarse de una persona pública, las autoridades del penal finalmente decidieron evitar cualquier situación que pudiera ser considerada de privilegio. En una ocasión participó del taller de percusión dirigido por el ex baterista de Callejeros, Eduardo Vázquez (condenado a perpetua por el crimen de su pareja Wanda Taddei), y el 21 de septiembre de 2018 ofreció una zapada en la que tocó con la guitarra “Homero” y otros dos temas de Viejas Locas para todos los familiares que visitaban a los detenidos.
“Ese fue un
buen momento
porque él pudo conectar con lo que más ama, que es la música”, explicaba la madre, que presenció ese instante. “Pero estoy muy preocupada por la salud de mi hijo. Lo ideal sería que pudiera hacer un tratamiento. Lo necesita. Si bien estaba conforme con el PRISMA, estas cosas que están sucediendo, como la falta de atención y recortes de presupuesto, me preocupan mucho. Lo están sufriendo todos los internos. Sacarlo de ahí y hacerle un tratamiento para contenerlo sería lo ideal. Para mí, Cristian se volvió como un nene que necesita atención”.